Antonio Amador José Nariño y Bernardo Álvarez del Casal (Santafé, 9 de abril de 1765-Villa de Leyva, 13 de diciembre de 1823). Periodista, político y militar neogranadino de destacada actuación en los albores de la independencia del Virreinato de Nueva Granada. Junto a Pedro Fermín de Vargas, Francisco de Miranda, José Cortés Madariaga y Francisco Antonio de Santacruz y Espejo se le considera precursor de la emancipación de las colonias neogranadinas del Imperio español.
La vida de Antonio Nariño fue larga y accidentada. La traducción y publicación clandestina (al parecer el 15 de diciembre de 1793) de la Declaración de los Derechos del Hombre, incendiario documento originado en Francia cuya circulación había sido prohibida en las colonias españolas por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, lo llevó a prisión en Santafé (29 de agosto de 1794) y posteriormente al exilio como reo de alta traición (30 de octubre de 1795). Aprovechando un descuido a su llegada a Cádiz, escala de un viaje con destino final en África, se dio a la fuga para permanecer por corto tiempo en Europa antes de regresar en secreto a Santafé (abril de 1797), en donde después de un constante acoso a sus familiares por algunos meses convino en entregarse voluntariamente (julio de 1797) al virrey Pedro Mendinueta, confiado en que pronto obtendría su libertad a cambio de la información que ofreció proporcionar. Esta información hacía relación a la conspiración que él con varia gente de socorro y antiguos miembros de la insurrección comunera ocultos en la Provincia de Casanare habían coordinado, y que consistía en derrocar el régimen virreinal apoyando y facilitando la invasión de un ejército británico, que entraría por el río Orinoco, se asentaría en Trinidad en la Provincia de Casanare y desde allí atacaría a Santafé de Bogotá, teniendo en cuenta que las tropas virreinales se ubicaban protegiendo las fronteras en Darién, Caribe y Riohacha, y no había fuerzas significativas que protegieran el flanco oriental de los Llanos.[1] Contra lo que esperaba, se le mantuvo en prisión por varios años hasta cuando finalmente el virrey accedió a mejorar sus condiciones temiendo su próxima muerte y permitió que se trasladara con su familia a una hacienda en inmediaciones de Santafé (mayo de 1803). Allá permaneció en reclusión domiciliaria hasta que en noviembre de 1809 fue nuevamente apresado bajo sospechas de hacer parte de una conspiración contra el gobierno. Remitido a Cartagena, quedó confinado en prisión hasta principios de junio de 1810, cuando la junta provincial de gobierno establecida desde el 22 marzo anterior atendió su solicitud de libertad bajo fianza gracias a las gestiones del comisionado regio Antonio Villavicencio y a la ayuda de su amigo y favorecedor Enrique Somoyar en la consecución de fiadores. En diciembre de 1810, Nariño regresó a Santafé a tiempo para participar en la organización del Congreso de las Provincias de la Nueva Granada que se instaló el día 22 del mismo mes y del que fue designado secretario. En tal condición contribuyó a contener las aspiraciones separatistas de Cartagena.
Mimado por lo más selecto de la sociedad santafereña a la que pertenecía por nacimiento, insuperablemente ilustrado entre sus contemporáneos a través de constantes y variadas lecturas, y siempre en los mejores términos con las autoridades virreinales, Antonio Nariño se encaminó desde muy temprano a actividades políticas que supo combinar con exitosas especulaciones financieras y comerciales que lo llevaron a acumular una fortuna en el transcurso de pocos años. Llevandolo a ser presidente de Cundinamarca.
Achacoso en cuerpo y alma, un Nariño envejecido dejó la capital el 8 de agosto de 1823 en viaje que esta vez no habría de tener regreso. Pasó una temporada en el poblado de Ráquira antes de tomar residencia en la cercana Villa de Leyva desde principios de octubre. Allá murió en diciembre 13 de 1823 y sus despojos recibieron sepultura en esa misma población. Tenía 58 años cumplidos.
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